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El
anuncio del presidente de Colombia de buscar para el país la sede del
mundial femenino de fútbol de mayores, a disputarse en 2023, puso de
nuevo sobre la mesa el debate sobre las condiciones laborales,
económicas y personales de las deportistas.
“Este es un país
machista donde la mujer suele cargar las culpas. Aquí se vive del
intercambio de favores y de la rosca, no del esfuerzo y el trabajo.
Primero habrá que solucionar eso. Luego veremos si nos merecemos un
mundial”, declaro una de las jugadoras más veteranas.
La práctica
del fútbol femenino comenzó en Colombia en la década de los 80,
precisamente en los parques de los barrios de algunos municipios de
nuestro departamento, luego la experiencia pasó a Antioquia y
Cundinamarca. Obviamente, como el fútbol ha sido jugado y manejado por
hombres, las dificultades no han sido pocas.
En los comienzos,
muchas fueron las niñas y adolescentes que practicaban el deporte en
secreto por temor a la desaprobación de sus familias y a la crítica y
las burlas de la gente. Desde calificativos como “marimachos” y órdenes
para ir a la cocina o dedicarse a criar hijos debieron escuchar cuando
jugaban. Del matoneo verbal se pasó a la discriminación, al acoso
laboral y sexual, al chantaje y a las amenazas, como se supo
recientemente, por revelaciones de jugadoras de la Selección Sub 17.
Finalizando 2018 el país se escandalizó con las declaraciones
de Gabriel Camargo, presidente del Tolima quien expresó: “el futbol femenino no es rentable; hay problemas con las mujeres que son más
tomatrago que
los varones y la liga es caldo de cultivo del lesbianismo.” Aunque se
disculpó, obligado por la presión social, sus declaraciones evidencian
la realidad que padecen las deportistas. Por ejemplo, el Atlético Huila,
que ganó
la Copa Libertadores femenina en 2018, y se
hizo acreedor a los 55.000 dólares del premio de la Conmebol, expresó
el temor de que los recursos fueran a manos del equipo masculino de la
primera división.
La indiferencia de la Federación Colombiana de Fútbol y de la Dimayor
ante las graves denuncias de las jugadoras y sus familias es innegable,
como ha ocurrido con la Selección Sub 17, dos de cuyas jugadoras y la
fisioterapeuta cansadas de los abusos y el acoso decidieron revelar una
serie de atropellos a los que se han visto sometidas y las
correspondientes secuelas sicológicas, hechos que comprometen a varias
figuras del equipo técnico y que ya están en conocimiento de la
Fiscalía.
A las humillaciones provocadas por piropos, toqueteos,
masajes indebidos, ofertas, sobrecarga de trabajo, retiro de la
selección, cobro de coimas para ser escogidas, viajes sin seguro, gastos
de transporte, hospedaje, alimentación y uniformes a su cargo, recorte
de pírricos auxilios, amenazas, coacción y cero protestas para evitar
represalias, se suma la falta de pagos por transferencias y de contratos
laborales y el trato de aficionadas para evitar salarios. Una difícil
realidad que las obliga a buscar otras opciones para sobrevivir. En
resumen, para las mujeres colombianas, el fútbol no es una opción
laboral estable y es un espacio donde reinan la inequidad y la
desigualdad ante el derecho.
Laura Gómez, abogada experta en
violencia de género señala: “La Federación Colombiana de Fútbol se
aprovecha de su fuerza de trabajo a través de los vacíos jurídicos
enormes que hay en el derecho deportivo y en las normas FIFA (…) Las
jugadoras convocadas no adquieren ningún tipo de compromiso laboral, por
eso permanecen indefensas ante cualquier abuso.”
El año pasado,
según la FIFA, el fichaje en el fútbol femenino movió un escaso 0,1% de
la cifra que registró el negocio en el campo masculino; posiblemente,
esta sea la razón que frena los intereses de los patrocinadores y medios
de comunicación que negocian la publicidad y los derechos de
transmisión.
Develado este oscuro panorama y el valor de quienes
se atreven a denunciar, nos sumamos a las voces que exigen a las
autoridades deportivas y a las judiciales esclarecer los hechos cuanto
antes y tomar las medidas pertinentes.
De nuestra parte,
solidaridad total y compromiso absoluto con la defensa de la dignidad de
la mujer en todos los ámbitos sociales, laborales y familiares. Hacemos
eco de la campaña de las jugadoras Melissa Ortiz e Isabella Echeverri,
hoy radicadas en Estados Unidos, quienes lanzaron en redes sociales el
hastag #menosmiedomasfutbol.
fuente
https://90minutos.co/categoria/bloggeros/mariluz-zuluaga/