Diana Carolina Gómez Aguilar

Diana Carolina Gómez Aguilar
Porque eso sí, que no maltraten a nadie en la ciudad, pero a esos campesinos guerrilleros que les caiga todo el peso de nuestras fuerzas armadas, que bien caras nos cuestan.

Somos simples ciudadanos transitando por calles atestadas de carros. Simples ciudadanos que se quejan en las horas pico por el tráfico, por el alcalde, por los huecos en las vías ¡nos quejamos hasta del clima! Y vamos así como posando de informados, de inconformes, pero sin actuar mucho para cambiar la realidad que nos aqueja. También somos simples ciudadanos que olvidaron el campo y esta sí que es una triste realidad.
La sociedad colombiana tiene una opinión procesada. Si en el  noticiero de RCN hablan del Bronx, el Bronx es nuestra única realidad. Si en Noticias Caracol se muestran imágenes de una mujer tomando la justicia por sus manos y desnudando a un presunto ladrón, es un hecho tratado en todo tipo de debates informales y hasta absurdamente celebrado.
¿Qué pasa entonces con esas realidades que a los poderosos de nuestra querida patria no conviene que se muestren? ¿Qué pasa con esa sociedad rural campesina tan relegada y olvidada? Es que al parecer nos afecta más que Peñalosa no tenga un doctorado, que los indígenas estén en un desesperado paro agrario.
No es una locura considerar que no solo Santos pensaba por allá en el 2013 que ese tal paro agrario no existía, al parecer en el imaginario colectivo los indígenas y campesinos no merecen que nos unamos a su lucha como actores llamados a la acción. Porque no somos incluyentes, somos excluyentes, porque al parecer los colombianos solo justifican sus luchas individuales: esas que se graban con la cámara de un celular cuando en la EPS no atienden a un enfermo de gravedad.
El hecho de que no nos escandalice que el gobierno no haya cumplido los acuerdos pactados con los campesinos después de las manifestaciones anteriores –sino que por el contrario envíe al ESMAD a golpear a quienes están en pie de lucha por sus derechos- dice mucho de nosotros como sociedad.
Dice, sobre todas las cosas, que somos una población que de verdad se come el cuento del desarrollo que traen las multinacionales para aprovecharse de nuestro valioso territorio, somos una sociedad que ve a las comunidades indígenas como pobres seres atrasados y hasta llega uno a escuchar que merecen la violencia que están sufriendo por obstaculizar el desarrollo. Porque eso sí, que no maltraten a nadie en la ciudad, pero a esos campesinos guerrilleros que les caiga todo el peso de nuestras fuerzas armadas, que bien caras nos cuestan.
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